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Los cambios ya fueron formalizados. Francisco Romero Serrano será el nuevo titular de la Auditoría Superior del Estado y su primera labor será hacer una profunda revisión de la gestión de David Villanueva Lomelí.

Hay que decirlo, en su momento Villanueva fue visto como la nueva generación del melquiadismo. Generó un halo de esperanza y la posibilidad de una futura promesa. Se esperaba un trato cercano, directo y afable con los grandes sectores sociales. También había la expectativa de que siguiera esa política de tacto y sensibilidad que siempre ha caracterizado a su suegro.

Pero nada de eso ocurrió.

Villanueva Lomelí se convirtió en el gendarme administrativo del morenovallismo que con garrote en mano iba doblegando a los presidentes municipales. El auditor se convirtió en una burda versión de la vieja premisa de someter por medio de la amenaza.

El desaseo, la arbitrariedad y la manera voluntariosa de dirigir la auditoría se concentraba en dos palabras: ‘positivo o negativo’. Era la manera de decir si la orden era a favor o en contra de una cuenta pública.

Por supuesto los ediles que firmaban el programa ‘Peso sobre peso’ de inmediato adquirían un pacto de impunidad. No importaba el estado de sus cuentas públicas anuales; tampoco era relevante la presentación de facturas falsas; mucho menos se tomaba en cuenta el dispendio y los excesos.

Aquellos que firmaron el ‘Peso sobre peso’ se convertían en intocables y todas sus cuentas recibían una mágica aprobación con las simples palabras ‘dale positivo’.

Hoy en la era de la 4T poblana Francisco Romero Serrano tendrá la encomienda de revisar toda la gestión de Villanueva Lomelí en que las caprichosas consignas morenovallistas causaron verdaderos estragos en decenas y decenas de municipios.

Por el bien de Puebla se debe crear una auténtica cultura administrativa de la rendición de cuentas.

Dulcería poblana

Cárteles mexicanos serán catalogados como ‘organizaciones terroristas’.

El pasado 7 de noviembre presentamos una entrega con este tema y subrayamos que ni la ‘comentocracia’, ni la raquítica clase política comprendían la gravedad de la situación.

Textualmente apuntamos:

Luego de la crisis en Culiacán que mostró a un gobierno rebasado por la delincuencia ahora las imágenes de niños masacrados han unido a líderes demócratas y republicanos en un solo sentido: están dispuestos a votar por una intervención militar en México.

Mientras tanto el gobierno de López Obrador y sus secretarios no acaban de entender, ni asimilar la magnitud del planteamiento estadunidense.

México está al borde de una intervención militar.

El argumento de que se pretende elevar a los cárteles mexicanos al grado de ‘organizaciones terroristas’ equivale a darles el mismo nivel de peligrosidad que Hezbolá, el Estado Islámico o Al Qaeda.

Los capos del crimen organizado ya no irán a tribunales de Nueva York o Los Ángeles; no, de ninguna manera. Ahora lo que les espera es su traslado directo a una celda en la prisión de Guantánamo, junto a terroristas internacionales. Hasta ahí podemos estar de acuerdo e incluso aplaudir la medida.

El problema es que al mismo tiempo México será visto como un territorio equivalente a Siria o Afganistán. Es decir como un campo de guerra. Peor de lo que ya es. Nuestro país está al borde de una situación aún más crítica.

Terrorífico.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


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