Las escenas son desgarradoras. Algunas familias afectadas por la pandemia -las que pueden pagar-, buscan tanques de oxígeno, rentados, prestados, lo que se pueda.
En las farmacias, el drama también es doloroso; hay un cuadro de medicamentos para enfrentar los estragos que causa el Covid-19; entre ellos los anticoagulantes. Pero las farmacias señalan que los medicamentos se están acabando. En algunas ciudades ya no es posible conseguirlos.
Durante semanas Puebla fue registrando un aumento de casos, pero en las últimas dos semanas el crecimiento entró en una espiral vertiginosa.
Las cifras revelan la catástrofe; el pasado fin de semana se dio un registro de casi mil contagios.
Los hospitales aún mantienen una estabilidad, pero a este paso van a colapsar.
Ningún estado o país, puede enfrentar el desastre que está surgiendo.
Por otra parte no se puede conocer el número de personas que están enfrentando el virus en sus domicilios. Es imposible conocer el dato.
El sistema de Salud Pública recibe la información de hospitales públicos y privados; clínicas y sanatorios. Pero no se puede saber cuántas familias tienen un paciente en su hogar que está luchando por su vida.
Hay un medicamento, la Ivermectina, que se puede conseguir en Farmacias Similares y es solicitado por cientos de personas al día; por lo menos se venden 200 unidades diariamente.
¿De qué magnitud es la pandemia que estamos enfrentando?
No se puede saber.
Como lo informó DIARIO CAMBIO, Puebla se quedó sin “Municipios de la Esperanza”, el virus se extendió por toda la entidad.
En las comunidades rurales no hay farmacias, ni clínicas, mucho menos médicos para atender a los pobladores; esas personas enfrentan al virus solamente con su fe, porque no tienen otros recursos.
La sociedad debe reaccionar ante esta tragedia de magnitudes nunca antes vistas.
Pero la inconsciencia ciudadana sigue siendo la principal protagonista.
Las fiestas, los bailes sonideros, las reuniones masivas, la compra de bebidas alcohólicas para reuniones privadas son visibles en todos los municipios.
Esta crisis tiene una profunda causa en la irresponsabilidad e incredulidad de un pueblo que nunca fue solidario consigo mismo.
La sociedad aún está a tiempo de virar, de rectificar y reaccionar.
Dulcería poblana.
Tehuacán: la nueva obsesión de José Juan.
En el mes de abril de 2019 José Juan Espinosa encabezó otra de sus batallas imaginarias y pugnas contra molinos de viento cuando solicitó que el refresco Peñafiel fuera sancionado porque de acuerdo a su opinión contiene altos niveles de arsénico.
Pidió que el gobierno del estado prohibiera la venta de la bebida y expuso ante el Congreso la propuesta de retirar el producto del mercado.
Por supuesto, nadie siguió su solitaria cruzada y por el contrario recibió una tunda en las redes sociales.
Pero desde entonces quedó en claro que Tehuacán es una de sus nuevas obsesiones.
En meses recientes ha tomado el tema de la crisis política en la otrora ciudad de las granadas como su nueva bandera; opina, sanciona y elucubra.
Todo es parte de un gran espectáculo de victimización ante la desaparición del fuero en la legislación poblana.
Espinosa piensa que al involucrarse en Tehuacán tendrá mayor presencia estatal y al mismo tiempo ataca al gobernador Barbosa.
Pero si la historia reciente demuestra algo es que las pugnas de José Juan son solitarias. Dentro de la clase política nadie lo sigue y nadie le cree.
Entiende la política como si fuera un show, un vodevil, una comedia. Como cuando metió la mano en la camioneta de Javier Lozano Alarcón; “¡Ay mi mano!”, mientras voltea a ver al celular que lo graba.
Él solo debate y se responde. Hace de su eco una escena de escasa audiencia.
Y hoy en el Congreso del Estado saben que en breve plazo hará la mayor de sus representaciones.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com
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