Seleccionar página

En otras regiones del país se han visto escenas semejantes. Durante el sexenio de Felipe Calderón, los llamados ‘Caballeros Templarios’ tenían una fuerte ascendencia sobre grupos sociales y en especial con productores agrícolas.

En Sinaloa el cártel de Guzmán Loera tiene un amplio respaldo ciudadano; pese a las masacres y desapariciones, hay grupos sociales que abiertamente se declaran como simpatizantes y seguidores de su organización criminal.

Incluso en el centro del país, en el corazón de la Ciudad de México, los líderes de la Unión Tepito son reverenciados en la colonia Morelos y vistos como benefactores sociales.

Estos son solo algunos ejemplos de la base, del respaldo social que puede construir una organización criminal.

Esto es lo que vimos en Palmarito Tochapan en horas recientes.

Un grupo numeroso, un verdadero tumulto se manifestó en favor del líder criminal Antonio Martínez Fuentes alias ‘El Toñín’. Esto claramente fue impulsado desde la presidencia municipal.

Las expresiones sobre el líder prófugo buscan describir algo inexistente: “Antonio Martínez es un hombre trabajador… un hombre de campo…” Tratan de llenar al criminal de cualidades y virtudes que ni ellos mismos pueden creer.

Sin embargo hay un punto que es completamente verídico; en algún momento se señaló: “el señor Antonio Martínez nos da trabajo”. Y en algunos casos esto es cierto. Muchas de esas familias eran distribuidores, vendedores de huachicol o han trabajado en empresas agrícolas que ‘El Toñín’ generó con la única intención de tener una base social adepta y solidaria.

Los enardecidos oradores solo eran una docena; el resto son personas que se movilizaron mediante el tradicional acarreo político.

Esto es lo que sucede cuando se permite que criminales tengan acceso a la esfera de la política y asciendan a presidencias municipales y diputaciones.
El crecimiento de los Martínez en Palmarito es el mismo caso de los Valencia en Venustiano Carranza o el ajalpense Nacho Salvador y sus amigos del “Cártel de la Sierra Negra” que cada vez influyen en más municipios.

Todos esos grupos surgieron a la par de la industria criminal del huachicol y bajo la protección política que les dio el morenovallismo.

Los presidentes municipales eran los verdaderos dueños de las bodegas de huachicol que abastecían a particulares, pero sobre todo a las rutas de transporte colectivo en sus regiones.

Luego del combustible vieron abierto el negocio de los asaltos en carreteras y hasta la posibilidad de robar trenes, algo que no sucedía desde tiempos de la Revolución.

Un poco más adelante los alcaldes fueron invitados a degustar de las ganancias de la venta de estupefacientes. Y a cambio de generosos sobornos muchos ediles cerraron los ojos cuando sus municipios se inundaron de cocaína, metanfetaminas, pastillas psicotrópicas y cristal.

Todo esto ocurrió durante el morenovallismo al que nunca le importó la inseguridad y la violencia que azotaba a los municipios.

Ellos nada más veían por sus intereses financieros y el lucro obtenido en el programa ‘Peso sobre peso’.

En ese sexenio no importaba que un alcalde estuviera claramente identificado con un grupo criminal. Mientras firmara el programa ‘Peso sobre peso’, que permitía al gobierno estatal meter la mano en las arcas de los municipios, todos sus pecados eran olvidados e ignorados.

Así surgió toda una generación de políticos delincuentes.

Si, como los Martínez Fuentes, los Valencia o los alcaldes del “Cártel de la Sierra Negra”.

Hoy pueden hacer movilizaciones sociales porque utilizan las presidencias municipales e incluso las estructuras de algunos partidos políticos.

Este es un oportuno llamado, una alerta, una advertencia de lo que representa abrir la puerta de la política a sujetos coludidos con el crimen.

Por ejemplo, en Ajalpan permanece prófugo Ignacio “Nacho” Salvador, pero el edil delincuente continúa gobernando el municipio a través de su Secretario General Juan Guzmán Ruiz. En los informes de gobierno el secretario presenta videos que el alcalde le envía desde algún lugar de su exilio.

En toda la papelería y publicidad oficial sigue apareciendo el nombre de ‘Ignacio Salvador’.

Pese a que lleva más de un año prófugo él operó la campaña de Sergio Sandoval Paniagua, el alcalde electo y es un hecho que prácticamente la mayoría de los directores del actual Ayuntamiento van a repetir en la próxima administración.

No solo deben caer las cabezas, también deben ser amputados sus tentáculos.

De lo contrario tendremos otros ‘Toñines’.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


TAGS