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Lo que sucede en el partido Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, en Puebla capital es exactamente lo mismo que ocurre en numerosos municipios del país.

El problema con Morena es que sus miembros no acaban de entender la importancia de la disciplina interna y la cohesión. Vienen de distintas organizaciones de izquierda y en el camino recogieron a grupúsculos que se formaron en otros partidos.

Son un mosaico multicolor que no acaba de cuajar.

Las bases de Morena no tienen el sentido de la institucionalidad que si tienen en el PAN o el PRI. Solo siguen la imagen de un líder único; pero no tienen el concepto de una organización partidista.

Por su parte los dirigentes tampoco asimilan que deben corresponder al sentir y la opinión de las bases.

En varias partes del país Mario Delgado enfrenta fuertes movimientos de protesta por las burdas imposiciones que se preparan; esto derivará en fracturas insalvables.

Pero sobre todo el problema fundamental es que el primer morenista del país -el presidente de la República-, no ha enviado las señales respectivas. Debería existir la invitación a un gran pacto que permita a los líderes dictar las pautas con la corresponsabilidad de escuchar a la militancia.

Mario Delgado está dirigiendo la selección de candidatos como si estuviera en el PRI de la década de los 70; pasando por encima de las bases. La dirigencia nacional será la responsable de enormes divisiones que se verán reflejadas en las urnas.

Pero pese a todos esos errores, pifias y desaciertos, Morena sigue ostentando un relevante posicionamiento y su intención de voto está por encima de las otras fuerzas.

Aún hoy Morena es una magnífica plataforma, una tabla de surf para enfrentar cualquier oleaje, una alfombra persa que casi puede levitar.

Por la misma razón en este momento dorado el partido lopezobradorista está convertido en cueva y refugio predilecto de oportunistas, arribistas, improvisados y ocurrentes.

La prueba inapelable, indiscutible es Claudia Rivera Vivanco y sus aspiraciones. Todos los sondeos y mediciones arrojan sus ínfimos niveles de aceptación social; está más que demostrado el enorme rechazo popular que existe en su contra.

Pero la alcaldesa sabe que si la Secretaria General Citlalli Hernández Mora logra consumar su imposición nuevamente ira montada sobre la ola generosa de Morena.

Ante esto Morena tiene dos caminos: tomar el verdadero control llevando como sustento la opinión de la militancia o permitir que Morena se fracture en municipios y regiones enteras.

El problema de Mario Bracamonte o Edgar Garmendia de los Santos es que son dirigentes de escritorio.

Nunca se han sentado a dialogar de frente con la militancia de Zacapoaxtla o Coyomeapan.

En esto se asemejan Genoveva Huerta, Bracamonte o Néstor Camarillo; sus liderazgos son de papel membretado. Alguien les dio un nombramiento y sobre eso actúan. Pero nunca se han sentado de frente a las militancias regionales; jamás han escuchado el verdadero pulso partidista.

Cuando encabezan actos en el interior del estado, ellos son los oradores, pero nunca los escuchas.

La gran oportunidad que tiene Bracamonte es la de hacer el trabajo que ni Genoveva, ni Néstor van a realizar. Citar a las militancias regionales en un espacio abierto, al aire libre y escuchar el sentir y el pensar de las bases. Solamente así podrá tomar decisiones con fundamento. De lo contrario provocará divisiones insalvables.

La disyuntiva que enfrenta Morena es muy sencilla: consensuar o fracturar. No hay puntos intermedios.

Dulcería poblana.

Prominentes panistas señalan a Genoveva, quien parece recibir órdenes del más allá.

En horas recientes trascendió la carta que suscribieron connotados panistas de la esfera nacional para señalar el proceder parcial y doloso de Genoveva Huerta Villegas.

Josefina Vázquez Mota, José Guadalupe Osuna Millán, Alberto Cárdenas Jiménez, Patricio Patrón Laviada y Marco Antonio Adame, entre otros, firmaron una carta en la que acusan a Huerta de obstaculizar la carrera de Eduardo Rivera Pérez y romper la alianza PRIANRD.

La morenovallista, discípula predilecta de Eukid Castañón, fiel a ese estilo autoritario y visceral quiere imponer su voluntad en Puebla capital, pero como no pudo ahora prefiere incendiar a su propio partido.

La asunción de Lalo Rivera representará la caída de Genoveva, la liquidación de todo resquicio del morenovallismo y el surgimiento de una nueva era.

Pero la señora se niega a un nuevo escenario y está dispuesta a desvielar el automóvil albiazul antes de permitir que otro lo conduzca.

Y lo mismo ocurre en por lo menos 50 municipios del estado donde la dirigente de escritorio quiere imponer a antiguos adeptos de un grupo que ya no existe.

Como si estuviera siguiendo órdenes del más allá. Tal parece que estamos ante una dirigente que también es médium… ay nanita, mejor nos leemos en la próxima entrega.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


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