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Lo que estamos presenciando es un dirigente nacional que nunca tuvo la estatura para llegar al cargo; que ni por asomo tiene la visión o la agudeza para dirigir el proceso electoral que se avecina.

Tiene el cargo de presidente nacional, pero de ninguna manera es un líder.

Marko Cortés es un pequeño representante en los tiempos políticos más agitados de las últimas décadas. Lo que está sucediendo en todo el país lo rebasa completamente y Puebla no es la excepción.

La realidad es que Marko evade su responsabilidad y le entrega a Genoveva amplias facultades para hacer y deshacer a su antojo.

Pese a que en varias ocasiones la “nomenklatura” albiazul solicitó la remoción de Huerta Villegas por medio de una salida decorosa, Cortés no pudo sustraerse a su personalidad timorata y débil.

De plano el dirigente nacional prefirió hacerse a un lado y dejar que la presidenta estatal conduzca el proceso.

De antemano podemos anticipar que Genoveva recurrirá a lo que queda del morenovallismo. Desde ese frente habrán de analizar las posibles coaliciones y alianzas con el PRI y el PRD. La cercanía con Fernando Morales hace muy posible un amarre con Movimiento Ciudadano.

Y aunque el partido Encuentro Solidario es apéndice de Morena, en Puebla puede dar un giro de 180 grados para cocinar una candidatura PAN – PES encabezada por Manzanilla Prieto. Es lo que Genoveva y Fernando desean.

El retorno de García Almaguer al seno albiazul solo fue motivo de mofa y escarnio. Marcelo nunca fue una figura política y nunca lo será. Solo era el vocero protegido por su jefe, pero sin aquel nada representa. Durante esta semana quedó demostrado que sus enemigos son más numerosos que sus amigos.

La escena es la siguiente: el obtuso Marko Cortés se hace a un lado y permite que Genoveva tome el control absoluto del panismo poblano.

La señora habrá de proceder de la única forma que sabe hacerlo: atropellada, autoritaria y en ocasiones visceral. Pero sobre todo unilateral, sin tomar el parecer de la verdadera clase albiazul.

En dos ocasiones los protagonistas del panismo han mostrado públicamente su inconformidad con las formas y los métodos de la dirigente. Y ahora que se apresta a armar las coaliciones -de acuerdo a su parecer personalísimo y subjetivo-, habrá verdaderos incendios.

Genoveva no tiene una buena relación con la mayoría de los comités municipales; la toleran y con dificultades la digieren, pero en cuanto publique las fórmulas que irán en coalición con el PRI, con el PRD o con Movimiento Ciudadano, Troya va a arder.

Las coaliciones son un mecanismo pragmático para las cúpulas partidistas, pero para las bases son inaceptables.
A los miembros activos, a la militancia de Teziutlán, Atlixco o Tehuacán les parecerá una aberración ir en alianza con figuras del PRI. Pese a las hogueras, el Directivo Estatal sacará adelante esas candidaturas.

Al día siguiente del proceso electoral, el panismo poblano quedará fracturado, como nunca antes.

Pero a Genoveva y su genética morenovallista poco le importa la moral albiazul. Ellos han tomado al partido como un vehículo de alquiler para llegar a consumar sus ambiciones de grupo.

Esto no es una sorpresa. A lo que queda del morenovallismo le importan sus intereses y todo ese legado de doctrina y principios panistas siempre los han arrojado al cesto de la basura.

El proceso de 2021 no será la excepción.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


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