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La candidatura de Claudia Rivera Vivanco es -ante todo-, una innecesaria provocación social.

Su gestión es una cadena tras otra de desaciertos, vacíos en atención social, pifias, actos de banal protagonismo, confrontaciones, pero sobre todo la indiferencia total y absoluta a los reclamos de los poblanos.

Todas las mediciones coinciden; es una de las peores alcaldesas del país.

Una gestión reiteradamente reprobada por la misma sociedad. Pero no hacen falta estudios demoscópicos, basta con sentarse en la mesa de cualquier familia poblana, ya sea pudiente o popular, para escuchar las expresiones negativas y en ocasiones iracundas que se vierten contra la presidenta municipal de Puebla.

El rechazo social en su contra es descomunal, gigantesco. Un efecto pocas veces visto en la vida de Puebla.

La candidatura de Claudia es una imposición.

Las señoras Bertha Luján Uranga y Minerva Citlalli Hernández Mora -quienes nunca han vivido en Puebla-, piensan que Rivera Vivanco es una gran figura de la política; que tiene altos niveles de popularidad y aceptación social; incluso tal vez la vean como una futura gobernadora.

En la impugnación que presentó Gabriel Biestro señala que nunca se dio a conocer la empresa que realizó la encuesta, ni la metodología y que los resultados eran inverosímiles. Todo indica que Citlalli hizo la encuesta preguntando a Bertha y a Eloísa Vivanco.

En realidad tomaron una decisión como las del PRI de los años 70: “Esta es la candidata y háganle como quieran”.

Claudia y sus asesores apuestan a la ola benigna, a la intención de voto que sigue favoreciendo a Morena. Pero en este caso el rechazo social será el factor decisivo, el pivote, el eje central de la elección. Habrá un enorme voto de castigo a una gestión municipal que durante más de dos años provocó los peores años de Puebla.

Hoy las aspiraciones de Claudia son como el efecto ‘calima’, tolvaneras y contaminación sobre la Angelópolis. En tanto que Eduardo Rivera Pérez avanza sin problemas rumbo a una victoria contundente.

El proceso interno ya se judicializó, con todas las consecuencias que se habrán de derivar; el hastío y el rechazo social serán mayúsculos.

Claudia siempre quedará bajo la sombra de la ilegitimidad; sus protectoras en el comité nacional de Morena serán las responsables de una candidatura tan desaseada y cuestionada.

Biestro dice atinadamente que después de la derrota, su adversaria ‘repartirá culpas y acusaciones de traición’. Es claro que hará todo para evitar el más pequeño ejercicio de autocrítica.

Las hipotéticas posibilidades de Claudia son política y socialmente improbables. Solo es cuestión de semanas para verlo.

Puebla sabe que la próxima elección será ganada por Eduardo Rivera. Pero sobre todo quedará ratificado que la sociedad poblana está muy informada y cuando toma una decisión lo hace de manera contundente.

La imposición de Claudia fue una innecesaria provocación social.

Al tiempo.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


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