Lectores, radioescuchas, televidentes estamos acostumbrados a los hechos que se hacen visibles. Pero las más de las veces soslayamos los silencios oficiales que son igualmente significativos y representativos. Desde hace casi tres semanas no escuchamos noticias sobre enfrentamientos entre fuerzas armadas y bandas de huachicoleros.
El último choque armado fue la madrugada del lunes 24 de julio en el municipio de Esperanza, donde cinco presuntos criminales fueron abatidos por marinos. Y pese a que el gobierno estatal ofreció que “no habría tregua” frente a la delincuencia, misteriosamente desde hace 18 días no se ha registrado ningún otro encontronazo.
Esto puede deberse a las siguientes razones y escenarios:
Primero.- Los huachicoleros han abandonado su actividad delictiva y se han retirado. (Lo cual es fantasioso y casi imposible).
Segundo.- Las fuerzas armadas se han retirado de Puebla y han entregado la plaza a las organizaciones criminales.
Tercero.- Se ha entablado un HuachiPacto, un acuerdo a la vieja usanza priista, entre gobierno tanto federal como estatal y los criminales.
En dicho HuachiPacto los dos frentes llegarían a un acuerdo de no agresión.
Así fue durante los sexenios de Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari o Zedillo, cuando nunca se combatió a los nacientes cárteles del crimen organizado. Simplemente se suscribían pactos bajo la mesa que garantizaban la tranquilidad de ciudades, regiones o estados enteros.
Hoy estaríamos frente a la aplicación del mismo modelo pero en su versión huachicolera.
Cuarto.- Todo indica que las dos cacerías -tanto la armada como la mediática-, en contra de “El Bukanas” fue tan solo la vieja receta de sacar a un grupo para darle entrada a otro.
Perseguir y acorralar al criminal incómodo para darle cabida a otro que puede ser un aliado. Este tipo de maniobras son añejas y de sobra conocidas en ciudades como Tijuana, Culiacán o Reynosa. Pero para Puebla sería la primera vez.
Todos estos elementos aislados indicarían que Puebla entró en un “HuachiPacto” de grandes dimensiones, de un tamaño que no podrán ocultar.
Como quiera que sea el escenario es delicado y alarmante para quienes quedan entre ese gobierno y los delincuentes. Y es que los únicos que quedan en medio de esas guerras o esos pactos son precisamente los ciudadanos.
Quinto.- La versión de que se han cerrado los ductos de Pemex nunca se hizo de manera oficial. Solo fueron distribuidores gasolineros los que externaron el argumento.
Pero la paraestatal jamás se expresó al respecto. Si en realidad se hubieran cerrado parcialmente los ductos esto representaría un visible desabasto en las estaciones gasolineras, algo que no está ocurriendo.
De igual manera debe subrayarse que es falso un desabasto de huachicol. El hidrocarburo ilegal sigue circulando entre su cliente habitual y cautivo que es el transporte público.
Sexto.- En este momento un HuachiPacto vendría a representar oxígeno político rumbo al proceso electoral de 2018.
Mientras Puebla siguiera apareciendo en los noticieros nacionales como una entidad de confrontaciones bélicas y balaceras cotidianas el costo político sería muy alto para el régimen.
Pero ahora debe destacarse que desde ese lunes 24 de julio el estado de Puebla no aparece en el noticiero de Denise Maerker. Es como si la entidad mágicamente se hubiera pacificado de un día para otro.
Un HuachiPacto vendría a ofrecer el escenario tradicional de una Puebla de serenidad provinciana; un paisaje idílico, casi utópico, que poco corresponde a la realidad.
De igual manera en este momento suscribir un acuerdo bajo la mesa representaría aterciopelar un camino a una candidata o un candidato que no tendría el carácter para dirigir una embestida contra la delincuencia organizada.
Un pacto vendría a colocar un manto de satín sobre los bidones de gasolina robada.
Ahí están los datos a la vista de todos; las coincidencias son notables; tanto como el nuevo escenario poblano que se pretende vender.
Solo el tiempo se encargará de demostrarnos si Puebla entró o no en un HuachiPacto.
Esperemos.
Dulcería poblana.
La tentación contenida.
Para esta entrega estuve tentado a escribir una larga, extensa serie de puntos precisos sobre las abismales diferencias que existen entre el legado de Lidia Zarrazaga Molina y la persona de Blanca Alcalá Ruíz.
Pero no lo haré. Contuve la tentación.
Sería ofensivo, denigrante, insultante para la Memoria de Lidia compararla con una oportunista, simuladora y corrupta como Blanca Alcalá.
Simplemente no lo haré.
Sería injurioso.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.
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