La noche del domingo 23 de febrero ocurrió un multihomicidio que cimbró a la sociedad poblana. El lunes 24 se encontraron los cuerpos de tres estudiantes universitarios y el conductor de Uber que fueron ultimados en el municipio de Huejotzingo.
A partir de ese momento se detonó una cadena de reacciones sociales que fueron escalando.
El jueves 5 de marzo Puebla fue testigo de la mayor movilización estudiantil de su historia. Las crónicas periodísticas apuntaron que 150 mil universitarios estremecieron las calles de la Angelópolis.
El movimiento se denominó a si mismo “Batas Blancas”, con la consigna #NiUnaBataMás, porque los convocantes en su mayoría eran estudiantes de medicina y ciencias de la salud.
Luego llegó la crisis por la pandemia y no volvimos a saber de aquella corriente.
Cientos de notas sobre las infames condiciones en que trabajan médicos, enfermeras y camilleros inundaron los medios de comunicación nacionales.
En los pasillos de instituciones como IMSS, ISSSTE y otros centros de salud los testimonios de decenas de profesionales dieron fe de los insultantes equipos de protección que les entregaron: batas, guantes, cubrebocas de ínfima calidad.
En diferentes partes del país la comunidad médica se levantó en una airada e indignada protesta.
Ahí están cientos y cientos de videos en las redes sociales que dieron testimonio de la estrategia inhumana conque lanzaron a la comunidad médica frente al Covid-19.
Pero entonces las “Batas Blancas” poblanas no dijeron una palabra.
Aquellos que el 5 de marzo salieron a las calles a gritar enfurecidas consignas, ahora guardaron un completo silencio.
Las condiciones infrahumanas en las que se abandonó a enfermeras, médicos y camilleros pronto se reflejaron en cifras oficiales.
Hace cerca de tres meses, el 22 de junio, la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad publicó: “En México la tasa de contagio por el virus Sars-Cov-2 entre el personal de salud es seis veces mayor que en China y el doble que en Italia; y nuestro personal de salud se muere cinco veces más por Covid-19 que en Estados Unidos. En CDMX, esto ocurre en mayor proporción en los hospitales y clínicas del IMSS y de la SSa, lo cual no se publica a nivel nacional”.
El primero de septiembre Amnistía Internacional presentó su informe sobre la pandemia y señaló que México registra la mayor cantidad a nivel mundial de muertes por coronavirus entre los trabajadores de salud.
El estudio reportó -hasta ese momento-, mil 320 decesos por Covid-19 entre los trabajadores de salud, por encima de los mil 77 de Estados Unidos, 649 del Reino Unido y 634 en Brasil.
El gremio médico mexicano es el más golpeado a nivel mundial.
Es el informe de una catástrofe anunciada.
Durante meses enfermeras, médicos y camilleros tomaron las redes sociales para denunciar las precarias condiciones en que trabajan. Pero el gobierno federal jamás los escuchó.
Y muchos sectores de la sociedad mexicana tampoco les prestaron atención.
En Contrario Sensu sacaron estampitas religiosas con la palabra “Detente” y afirmaron “Ya estamos domando la pandemia”; pero sobre todo acuñaron esa frase que quedará para la posteridad: “Como anillo al dedo”.
En días recientes la organización Pensemos México convocó a un grupo de ex titulares del sector salud para hacer un análisis de la contingencia.
Al margen de matices políticos se debe reconocer que hasta el momento es el único panel que se ha hecho sobre la pandemia en nuestro país.
Expusieron sus perspectivas y argumentos Mercedes Juan López, Salomón Chertorivski, José Ángel Córdova, Julio Frenk, José Narro y Guillermo Soberón.
No se trató de una mesa para descalificar la política de salud de López Obrador, sino para presentar propuestas claras y concretas que enfrenten la crisis que -en números oficiales-, ya rebasó los 70 mil decesos.
Estamos ante un enorme debate nacional; ante un escenario de políticas desafortunadas y simplistas; pero particularmente frente a la mayor tragedia que haya enfrentado el gremio médico.
Hoy son miles de batas blancas las que enfrentan la negligencia del Estado mexicano.
Por esto es sumamente desconcertante que el movimiento universitario que apenas en marzo se mostraba tan crítico, desafiante y participativo, hoy guarde un silencio que simplemente es inexplicable.
¿Dónde está la voz de las “Batas Blancas” poblanas?
¿Por qué aquellos 150 mil universitarios que marcharon el 5 de marzo no han dicho una sola palabra sobre la catástrofe de la política de salud del gobierno federal?
¿Por qué han guardado un completo silencio frente al desgarrador drama de la comunidad médica?
Sería una tragedia social que la voz de los jóvenes no atienda el llamado de este momento histórico.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com
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