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El discurso político siempre se debe leer entrelíneas. Los profesionales del oficio nunca van a decir lo que realmente piensan y mucho menos van a anticipar sus jugadas.

Esto viene a cuenta por la reunión que el candidato electo Miguel Barbosa Huerta tuvo con los alcaldes de la zona metropolitana: Claudia Rivera Vivanco, Luis Alberto Arriaga, Karina Pérez Popoca, Lupita Daniel y Mario de la Rosa.

En un discurso afable, conciliador, casi paternal, el virtual gobernador electo apuntó que va a ‘blindar’ a los funcionarios.

La gran pregunta es ¿De quién los va a blindar? ¿Del creciente crimen organizado? ¿De las bandas de narcomenudistas que todos ellos han dejado crecer? ¿De las críticas del abogado Carlos Meza Viveros? ¿Del rechazo social que padecen?

¿De quién los va a blindar? Y todo apunta que serán protegidos de ellos mismos.

Por lo que Barbosa dejó entrever habrá un seguimiento puntual de esas gestiones municipales. Es decir, un marcaje permanente.

Que los ediles no cometan el error de confiarse. El político correoso nunca va a olvidar los agravios y las traiciones de Claudia Rivera Vivanco; como tampoco olvidará la enorme simulación de Luis Alberto Arriaga y Karina Pérez.

Lo más probable es que coloque un equipo de vigilancia en cada Ayuntamiento para tratar de controlar sus respectivos desastres.

Al tiempo.

Dulcería poblana.

La ausencia de RMV y la ingenuidad periodística.

Hace unos días el reconocido portal informativo Animal Político publicó una nota sobre las elecciones en Puebla y contrastó los números que obtuvo Barbosa en la elección de 2018 con los de 2019.

Para dicho análisis periodístico resulta ‘sospechoso’ que en 2018 el voto rural operó en favor de Martha Erika Alonso y en contra de Miguel Barbosa; en tanto que en 2019 sucedió lo inverso y fueron los municipios marginados los que operaron a favor del abanderado de Morena.

Sin duda el análisis periodístico debe ir más allá de la mera comparación de números y buscar en los factores políticos la explicación a los comportamientos electorales.

El contraste, el choque entre ambos procesos se debe esencialmente a la ausencia de Rafael Moreno Valle.

Durante la contienda de 2018 el operador de Martha Erika tenía los mecanismos para controlar a los presidentes municipales de las zonas rurales. Tanto en las Sierras Norte, Nororiental, Negra, así como en la Mixteca funcionaba la ley del garrote. Los alcaldes se veían obligados a operar para quien controlaba la Auditoría Superior del Estado. Durante los últimos años así funcionó la política poblana: a base a garrotazos, llamadas amenazantes y advertencias.

Por eso en la elección de 2018 los ediles operaron a favor de Alonso Hidalgo.

Otro factor importante en aquella contienda fue el considerable número de candidatos que postularon los partidos satélites al morenovallismo. En 2018 los candidatos a alcaldes de PAN, PRD, Movimiento Ciudadano, Verde Ecologista, Compromiso por Puebla, Pacto Social de Integración se convirtieron en pequeños soldados de un gran ejército electoral que pedía el sufragio por Martha Erika.

Esa estrategia no la operó Barbosa quien solo iba acompañado por los candidatos de Morena.

El factor central en el comportamiento electoral fue la ausencia de Rafael Moreno Valle.

En 2019 ya no hubo amenazas sobre los ediles; ya ni siquiera hay control sobre la Auditoría Superior. Tampoco hubo cientos de candidatos operando por todo el interior.

Ante el vacío de poder que dejó Moreno Valle esa gran estructura de presidentes municipales se fue a la cargada en favor de Barbosa.

Alguien preguntará ¿Entonces por qué los alcaldes de la zona metropolitana perdieron de esa manera?

Aquí se debe responder, por dos factores, el primero es el descrédito social que representan y el segundo es por su inoperancia.

Inapelable, indiscutiblemente el domingo 2 de junio se dio un gigantesco, descomunal voto de castigo en contra de los alcaldes de la zona central de Puebla, comenzando por Claudia Rivera Vivanco.

¿Esto quiere decir que los munícipes del interior están mejor evaluados? No precisamente. Lo que sí tienen es mejor capacidad de operación en sus regiones.

Es decir, Nacho Salvador de Ajalpan tiene mayor capacidad de operación que Luis Alberto Arriaga en San Pedro Cholula; a su vez David Celestino de Coyomeapan puede orquestar una elección de mejor manera que Lupita Daniel en Cuautlancingo.

Los ediles de las regiones serranas tienen mayor capacidad de maniobra que sus equivalentes de la zona metropolitana. Esta es una breve explicación a la variación en el comportamiento electoral que cuestiona el portal Animal Político.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


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