Cúpula / El fin del grupo Atlacomulco: el fracaso de la política doblegada ante el capital.
El tema debe leerse con realismo. La abanderada de Morena en el Estado de México Delfina Gómez Álvarez es una funcionaria de bajo perfil; tiene una formación académica y una cultura personal muy limitadas; su paso por la administración pública está plagada de rupestres anomalías que reflejan su escaso conocimiento jurídico.
Empero la ola lopezobradorista, el aliento del presidente de la República se mantiene como una fuerza hegemónica y preponderante en todo el país. Millones de mexicanos siguen conservando ese ánimo, esa efervescencia emocional ante la figura del mandatario.
Aunque es una imagen que se está desgastando aún mantiene un considerable liderazgo social.
No así sus más cercanos colaboradores.
Hay un dato que merece una acotación y que muestra el nivel del deterioro.
La noche del sábado 11 de marzo la cantante cubana Omara Portuondo -una auténtica leyenda de la música-, se presentó en el Teatro Esperanza Iris de la Ciudad de México en el marco de su gira de despidida toda vez que la fémina tiene 92 años de edad.
Al finalizar la presentación subió al escenario un funcionario del gobierno capitalino para entregar un reconocimiento a la voz del “Buena Vista Social Club”. En su breve mensaje el emisario aludió que era una atención de la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum. En ese momento todo el teatro se cimbró por los abucheos y la rechifla. Notoriamente contrariado el funcionario bajó del escenario y se retiró.
Las rechiflas son un ejemplo de la molestia e inconformidad social. López Obrador sigue manteniendo una alta aprobación y respaldo. No así la señora Sheinbaum.
Pero esa preeminencia del Ejecutivo hará ganar a Delfina Gómez en el Estado de México y desde este momento podemos anticipar que tendrá un sexenio como ha sido toda su trayectoria: gris, incoloro, insaboro e insípido.
Ni remotamente podrá resolver los graves problemas de inseguridad y violencia.
Incluso, tal y como sucede en Veracruz de Cuitláhuac García Jiménez o en Tamaulipas de Américo Villarreal Anaya todo indica que la criminalidad aumentará.
Pero la visión de los vencidos también merece mención.
La derrota del PRI en el Estado de México representa el fin del grupo de Atlacomulco; el mismo que detentó el poder durante décadas.
Los orígenes del grupo Atlacomulco se remontan a 1915 en plena efervescencia revolucionaria.
El “bisabuelo” del grupo se llamaba Máximo Montiel Olmos quien durante varios periodos fue presidente municipal de Atlacomulco. Las referencias apuntan que ocupó el cargo en los años 1924, 1927, 1930, 1931 y 1942 por Ministerio de Ley.
Posteriormente tocó turno a quien podemos considerar el “abuelo” de ese bloque, José Isidro Fabela Alfaro; un prestigiado pensador e intelectual de su tiempo. Abogado, lingüista, filólogo, escritor, diplomático, político y gobernador del Estado de México entre 1942 y 1945.
Pero hasta esos años el grupo Atlacomulco siempre fue un círculo regional. Con la llegada de su “padre” el profesor Carlos Hank González la agrupación adquiere trascendencia y resonancia nacional.
Impulsado por Gustavo Díaz Ordaz, el profesor fue gobernador del Estado de México entre 1969 y 1975, pero el gran impulso lo recibió de José López Portillo quien lo nombró regente capitalino en 1976.
Fue el mentor de un grupo, una clase política que durante décadas condujo el Estado de México y cuya supremacía concluye en estos días.
La fortaleza del grupo Atlacomulco fue la debilidad que lo llevó a la debacle y la extinción.
La legendaria premisa del profesor era aquella de “un político pobre es un pobre político”. Una postura que generó una clase híbrida, mitad políticos, mitad empresarios.
Generaciones de funcionarios que hicieron del quehacer público una manera de enriquecerse de manera salvaje.
Sujetaron el ejercicio político a la dictadura de los intereses del capital y paulatinamente fueron acabando con la armonía social en el Estado de México.
Es lo que sucede cuando se somete la política a la rectoría de los negocios. Pierde completamente la perspectiva y la visión de su función social.
El ejemplo emblemático fue Enrique Peña Nieto un gobernante lerdo, torpe, incapaz de dar respuesta a una sociedad cada vez más exigente y demandante.
Hoy corren los últimos minutos de vida del grupo Atlacomulco.
Volverán a ser simples mortales, como cualquier otro. Jamás serán tocados o enjuiciados porque ya les han extendido una indulgencia de facto.
Es poco probable que puedan realizar un ejercicio de autocrítica y se den cuenta que su pasión por los negocios fue su ruina política.
Tal vez algún día se percaten que su codicia los llevó a la extinción.
cupula99@yahoo.com
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