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La situación en México y en específico en ciudades como Puebla es radicalmente distinta a la que ya se observa en países europeos. Mientras Alemania, Francia y España van saliendo del foso de la crisis, en nuestro país el desastre está por iniciar.

Pese a declaraciones como “Ya estamos domando la curva”, todos los análisis realistas arrojan que México está a punto de entrar a la fase catastrófica de la pandemia.

Las declaraciones del gobernador Barbosa Huerta han llamado la atención de medios nacionales porque describen de manera descarnada el escenario que está a punto de ocurrir.

Mientras otros mandatarios estatales evitan dar conferencias de prensa sobre Covid-19, en Puebla diariamente se realiza un ejercicio informativo que es inédito.

La aseveración fue un martillazo para todos los hogares poblanos, o por lo menos debería serlo: se están registrando poco más de 80 contagios diarios.

Como la reacción de la sociedad es indiferente, inconsciente e irresponsable, es de esperarse que el número de contagios se mantenga durante algunas semanas.

En comparación a otros países México tiene una grave desventaja, la comorbilidad, el padecimiento de otras enfermedades agravará el trastorno principal. Personas que padecen obesidad, diabetes, hipertensión son especialmente vulnerables al coronavirus. Por lo que ese número de 80 personas contagiadas diariamente se puede transformar en una espeluznante tasa de letalidad.

El escenario es grave y alarmante, pero frente a esto ¿Cuál es la postura de la alcaldesa Claudia Rivera Vivanco? ¿Qué hace la señora?

En la peor crisis que haya padecido Puebla, la ciudad tiene una presidenta inerte, pasiva e indolente. Frente al monstruo de la pandemia la señora sacó una caja de aspirinas pero las facturó como si fueran medicina nuclear.

La historia habrá de juzgar la pasividad de la presidenta municipal que utilizó la peor crisis de salud para repartir despensas con precios inflados y regalar ventiladores médicos usados y contaminados.

Su irresponsabilidad llega a niveles inconcebibles.

Lo hemos dicho en el pasado y hoy queda ratificado. La señora tiene profundas carencias intelectuales; muestra una evidente discapacidad para razonar y analizar; simplemente no sabe qué hacer con el cargo que tiene. Fue como elegir presidenta municipal a una estudiante de bachillerato, de mediocre nivel.

Solo entiende la política como un ejercicio de frívolo protagonismo: ponerse tenis para actos públicos, bailar, pintarse de catrina, cantar con un mariachi.

Sin embargo, sus limitaciones intelectuales se ven rebasadas por su voracidad para los oscuros negocios. El tema de los bolardos sigue sin aclararse.

Pero el momento es especialmente dramático: frente a la crisis más profunda que haya visto Puebla, la ciudad tiene a la autoridad más inerte y pasiva.

Lamentable.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


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