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Su pragmatismo es inocultable, tan propio de ella como su ambivalencia discursiva.

No tiene tesis políticas, tampoco administrativas.

Nunca ha leído a politólogo alguno. Solo se conduce en base a una rutina de recetas tan pragmáticas como banales.

Basta recapitular su trienio para recordar que su principal llamado a los poblanos era a no tirar chicles en la calle. No dejó una sola obra digna de mencionar, una escuela, un puente, una biblioteca, un hospital. Nada, absolutamente nada. ¿En qué área destacó su gobierno municipal? ¿qué legado dejó a los poblanos? Ninguno.

Como Senadora vemos el mismo escenario insípido, incoloro. Su papel ha sido vano, inocuo. Sus aportaciones son inexistentes. ¿Cuándo ha subido a la tribuna para exponer una idea, una tesis digna de citar? ¿cuándo ha defendido al régimen que representa?  ¿cuándo ha expuesto un punto a favor de su género? Jamás. En realidad es una senadora del montón.

Eso sí, su vocación turística se potencializó y con cargo al Senado de la República recorrió decenas de puntos del orbe.

La señora Blanca Alcalá Ruíz no tiene idea de la ciencia política, tampoco sabe lo que es la administración pública; solo es un producto mágico del photoshop. Desde el punto de vista de la mercadotecnia política es un envase vacío, una envoltura sin contenido, una fachada de papel fotográfico y nada más.

Sin embargo, a falta de verdaderos recursos políticos siempre tuvo una suerte prodigiosa. Mariano Piña Olaya la miraba con simpatía; Manuel Bartlett pensó que era el adorno ideal para su administración; Melquiades Morales la dimensionó en su justa estatura y Mario Marín le dio la gran oportunidad de contender por la presidencia municipal.

Pero tal parece que su suerte se agotó. Hoy en plena faena preelectoral, la señora Blanca Alcalá Ruiz no está sumando a su favor, tampoco se suma a proyecto alguno, en realidad se está sumiendo en un significativo silencio.

De acuerdo a lo que se asegura en los círculos del poder, a la señora Alcalá claramente le dijeron que era la pieza idónea para la minigubernatura y esto obviamente no le pareció. La senadora no quiere una rebanada, quiere el pastel completo. Por esto, frente a las circunstancias prefirió hacer mutis del escenario político. No se mueve, no habla, ni siquiera parpadea; en fin, nada que la haga llamar la atención.

Todo parece indicar que prefiere abstenerse de participar antes que sacrificarse en la incierta aventura por la minigubernatura.

Lo cierto es que la candidatura de BAR era políticamente imposible; la clase priísta no está con ella; es de sobra conocida su costumbre a no respetar los acuerdos, se sabe que su palabra no vale al interior de la nomenklatura tricolor. Lo mismo puede decir Mario Marín, Javier López Zavala, Enrique Doger o Enrique Agüera; la palabra de Blanca tiene un tiempo de caducidad de diez minutos, pasado ese tiempo, suele cambiar de parecer o de plano olvidar.

Hoy su silencio es el rasgo más significativo del proceso preelectoral. Si Alcalá tuviera luz verde ya estaría desbordada recorriendo el estado junto con su burbuja de quince incondicionales. Pero como el ofrecimiento no le gustó, prefiere abstenerse de jugar.

La suerte siempre tiene un límite.

Quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.


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