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Guidecca es el círculo más profundo del infierno. Así lo describe detallada, minuciosamente Dante Aligheri en la Divina Comedia, canto trigésimocuarto, en el que se refiere a los traidores. Ahí están Judas Iscariote, Bruto y Casio, quienes ultimaron a César. Uno entregó a un ser divino, los otros fueron desleales a un poder político.

La traición ha sido inherente al ejercicio del poder. Pero ineludiblemente el traidor siempre es señalado.

La nota literaria viene a cuentas por las declaraciones que tanto Manuel Bartlett Díaz como Fernando Manzanilla Prieto han hecho “en honor a la verdad”, pero completamente fuera de tiempo.

Casi tres décadas después de aquel funesto 1988; para ser exactos luego de una mudez de 29 años, Bartlett rompe el silencio y acusa que fueron los panistas los que pactaron la unción de Carlos Salinas de Gortari.

Como siempre sucede con este sujeto, él nunca es responsable, ni política, ni moralmente de cosa alguna. El asesinato del periodista Manuel Buendía Tellezgirón fue un asunto de José Antonio Zorrilla Pérez y su equipo de la Dirección Federal de Seguridad, pero el entonces Secretario de Gobernación ‘nada tuvo que ver’. Lo mismo ocurrió con el crimen del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar y los nexos que desde Bucareli se entablaron con los cárteles del crimen organizado; fueron agentes ‘infiltrados’ los que negociaron con el hampa ha afirmado una y otra vez. El caso es que el huésped del Palacio de Cobián, el hombre mejor informando del país, ‘nunca se enteró’ de lo que hacían sus subalternos.

En Puebla hemos escuchado las declaraciones de Bartlett quien se desentiende, se retrae de figuras que él mismo construyó como Jorge Estefan Chidiac y Mario Marín Torres a quienes ahora públicamente desconoce.

Hoy a 29 años de distancia el inmaculado, el incorruptible, el impoluto Manuel Bartlett acusa: ‘fue un acuerdo con el PAN’ como se ungió a Salinas de Gortari. Obviamente él nada tuvo que ver pese a que era el jefe del órgano electoral.

El exgobernador poblano traicionó al partido político, al aparato, al sistema que lo construyó. Si hay una obra consumada del viejo PRI, esas piezas que se cocían a fuego lento en los pasillos de Bucareli, esa figura es Manuel. Disculpe el lector, pero en esta columna suprimimos el “don”.

Pero por encima de todo Bartlett traicionó al pueblo de México y hoy en una burla grotesca y burda, trata de medio explicar lo que paso hace 29 años, pero como siempre deslindándose de toda culpa.

Ante el pueblo de México Bartlett es uno de los grandes artífices de aquel fraude de 1988. Y para la historia siempre será un traidor.

El caso de Fernando Manzanilla Prieto es lo mismo, pero en una versión minion.

Siempre fue de la mano con su amigo, su aliado inseparable; uno a otro se apoyaron, se pulieron, se construyeron. Pero un día quiso ir más allá, exigió una rebanada más grande en el pastel del poder, pero para ese momento ya estaba rebasado, superado por sus adversarios. Fue entonces cuando se dio el rompimiento. Desde entonces en distintas trincheras, en diferentes tribunas hemos visto a Manzanilla tratar de enfrentar, de desafiar a Moreno Valle.

Para Fernando enfrentarse a Rafael es una obsesión con rasgos de patología.

Él no es poblano; no tiene grupo alguno en Puebla. Tiene el patrimonio y todos los recursos financieros para hacer una carrera política en la Ciudad de México, pero para Manzanilla se ha convertido en una obstinación enfermiza desafiar a su otrora aliado en su propio territorio que es Puebla.

Hoy se agarra del tema del espionaje político y asegura que esta práctica morenovallista es ‘la consentida’ de Peña Nieto. Y la pregunta obligada es: ¿Por qué no lo dijo hace siete años? ¿Por qué no renunció a su cargo en la Secretaría General de Gobierno cuando vio todo el aparato de espionaje? ¿Cuántas operaciones de intervenciones electrónicas fueron ordenadas por él mismo?

¿O ahora resulta que Manzanilla como Bartlett es ajeno a todo lo oscuro?

En realidad son dos personajes que traicionaron a sus grupos de origen, que niegan su esencia e identidad; que declaran desde el limbo de la traición a los suyos.

Pero sobre todo que de ninguna manera han servido a su país, ni al pueblo mexicano. Se han servido de la política para sus propios intereses. Y ahora aunque se quieran hacer pasar por progresistas y liberales, es claro que están haciendo una crónica desde Guidecca, el infierno de los traidores.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.


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