Hace unos días publicamos una entrega intitulada “El Triángulo Rojo: monstruo del próximo gobernador”.
Aquella columna apareció el jueves 2 de junio, unos días antes de la elección, pero por supuesto estuvo escrita con una clara dedicatoria a Tony Gali Fayad.
Faltaban días para que ocurriera una de las peores balaceras de que se tenga memoria en territorio poblano. Los hechos de Acatzingo tienen una pasmosa, horrorosa semejanza con los escenarios de Tijuana o Ciudad Juárez de la década de los noventa en el siglo XX o los primeros años de este siglo XXI.
En la década de los noventa, el Cártel de Tijuana tenía un sicario apodado “El Tiburón”; un sujeto conocido por su violencia extrema y quien realizaba ejecuciones en el lugar público que fuera: un estadio, una peluquería, un restaurante, una iglesia; pero que sobre todo inauguró la modalidad de masacrar a sus enemigos en las discotecas. Las pistas de baile, las luces de colores, las pequeñas mesas llenas de botellas de champaña, coñac y whisky se convirtieron en el escenario de incontables ejecuciones. Cuerpos inertes, enormes charcos de sangre y masa encefálica quedaban sobre aquellas mesas que minutos antes emanaban glamour y poder.
“El Tiburón” fue el sicario más sanguinario del Cártel de Tijuana y sus víctimas se contaban por cientos. Aquel gigante del periodismo Jesús Blancornelas se encargó de narrar las masacres del gatillero fatalmente afamado.
Hoy en Acatzingo y en todo el “Triángulo Rojo” aparecen escenas como sacadas de aquellas ciudades fronterizas. Sí, de hace 20 años cuando surgía la incipiente, la imberbe narcoviolencia.
Una balacera en un estadio de béisbol frente a cientos de testigos, quienes narran que los heridos rebasaron el número de 30, pero que la gran mayoría corrió a atenderse por su cuenta; cuerpos calcinados en una barranca de Tecamachalco, cuyo estado no permite siquiera identificar el sexo; convoyes de camionetas de lujo que entran y salen de la autopista Puebla – Orizaba en horas de la madrugada.
El crimen organizado se empodera en Puebla de manera acelerada. Y es indiscutible, inobjetable que la Seguridad es el gran talón de Aquiles del morenovallismo.
En los rubros financieros y de infraestructura Rafael Moreno Valle es un adalid inapelable. Pero en materia de Seguridad Pública el gobernador no tiene quien le escriba.
Aquí es donde urge de manera inmediata un verdadero asesor. Al nivel de Julián Leyzaola Pérez, ex jefe policiaco en Tijuana y Ciudad Juárez. O al nivel del “Grupo Rudo” de Mauricio Fernández Garza el legendario alcalde de San Pedro Garza García, Nuevo León.
Urge un asesor policiaco que sepa enfrentar al monstruo del crimen organizado. Esto no es para burócratas autoritarios y arrogantes.
La implementación del llamado Mando Único es un grave desacierto desde el punto de vista de la seguridad ciudadana.
Su aplicación ya ha demostrado sonoros fracasos en Guerrero y Veracruz. Lo que es urgente es fortalecer y supervisar con extremo rigor las policías municipales, mismas que de ninguna manera deben desaparecer.
El balón está en manos de Tony Gali Fayad quien debe solicitar desde este momento que se construyan los cimientos de un nuevo blindaje para Puebla, de lo contrario la bomba le puede explotar en las manos.
La balacera en Acatzingo es un abierto, un total desafío al gobierno de Moreno Valle y su proyecto sucesorio. Los sicarios ya se sienten amos y señores del “Triángulo Rojo”.
Esperamos ver la respuesta del ejecutivo saliente y la situación en que entrega la papa ardiente a su sucesor.
De este tema depende la estabilidad y el futuro de Puebla.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.
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