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El marinismo fue toda una generación; una auténtica clase política.

Surgió desde que el hombre de Nativitas fue Secretario de Gobernación con Manuel Bartlett; se fortaleció cuando llegó a la presidencia municipal de Puebla y llegó a su clímax cuando tuvieron la gubernatura de Puebla.

Ahí estuvieron en la primera fila gozando las mieles del poder: Valentín Meneses Rojas, Mario Montero Serrano, Alejandro Armenta Mier, Juan Carlos Lastiri Quiroz, José Alfredo Arango García, Alberto Jiménez Merino, entre muchos otros más.

Los beneficios que recibieron fueron en todos los sentidos.

Ya tenían un proyecto transexenal que pensaba en las siguientes tres gubernaturas. Simplemente se sentían imbatibles, imparables.

La soberbia, la arrogancia los cegó. Y fue precisamente un desplante de petulancia la que generó la participación de Mario Marín Torres en un conflicto que no era suyo; que tampoco involucraba a su gobierno; un tema del que era completamente ajeno.

La pugna entre el empresario Kamel Nacif y la periodista Lydia Cacho era un tema totalmente extraño y distante a Puebla.

Pero aquí es donde cobra relevancia el papel de los asesores, los aliados, el primer círculo, el cuarto de guerra.

Cuando el entonces gobernador Mario Marín decidió involucrarse directamente en una disputa entre terceros nunca calculó las consecuencias de sus actos. Y tampoco algún miembro de su gabinete lo alertó de lo que podía suceder.

Se consideró que el área de comunicación y prensa era tarea menor; un rubro sin importancia. Con enorme banalidad y frivolidad Valentín Meneses Rojas nunca entendió la trascendencia de desatar una guerra contra una periodista que tenía contactos en la esfera nacional.

Nadie de sus cercanos le advirtió, ni siquiera Montero Serrano que se supone tiene conocimiento de los medios.

Lo cierto es que Marín siempre tuvo un profundo resentimiento y resquemor contra la prensa incómoda; esa que lo señalaba en su proceder público y privado. En las célebres grabaciones el hombre de la mixteca dijo “Para que entiendan otros” en una alusión visceral y despectiva contra periodistas que tenía en la mira.

El escándalo de los audios presentados en el programa de Carmen Aristegui y en el diario La Jornada fracturó el sexenio de Marín; derivó en la condena pública y fue la muerte de su carrera política. El notario atravesó por dos litigios en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Las malas decisiones continuaron.

Esa misma soberbia enquistada generó el menospreció a las aspiraciones de Rafael Moreno Valle. Nuevamente la arrogancia, la petulancia, la ausencia de autocrítica desembocaron en otro desastre que fue la pérdida de la gubernatura.

Hoy Marín está bajo proceso; su reclusión ya inició; pasará por un largo y tortuoso juicio que atraerá la mirada de medios nacionales.

Pero en la vida privada y pública la lealtad es una de las virtudes más valoradas. En contrario sensu la traición y la ingratitud son execrables.

De todos aquellos que se beneficiaron ampliamente en el sexenio de Marín Torres ¿Cuántos lo negarán?

Ahora veremos como muchos de los marinistas se sumirán en sus asientos; evitarán los reflectores y a los medios; callarán ante la caída de su otrora protector.

De una u otra forma, todos negarán a Marín.

Todos.

Dulcería poblana.

Fiscalía de Higuera Bernal debe recuperar cuadros combativos.

El periodo del Doctor en Derecho Gilberto Higuera Bernal es sin duda uno de los momentos destacados de la procuración de justicia; sobresalen la sensibilidad social y el tacto del Fiscal General; su amplio bagaje jurídico y una capacidad de trabajo que pocos titulares han mostrado.

Puebla libra una batalla sin cuartel contra esa delincuencia que en otros momentos fue hospedada, alojada en la entidad.

Otro régimen le abrió la puerta y permitió que sentara sus reales. El ejemplo es “El Toñín” quien piensa que está en el pasado sexenio cuando todo lo podía resolver levantando el celular. No se da cuenta que hoy está acabado. Solo es cuestión de tiempo para que sea detenido.

La labor de limpiar las calles de esas hordas delictivas es una tarea complicada pero que ha mostrado resultados exitosos.

Una verdadera coordinación entre Higuera Bernal y Raciel López Salazar ha permitido golpes quirúrgicos a los grupos delictivos.

Sin embargo hay una asignatura pendiente y es la de incorporar a cuadros que en otros momentos de la vida de Puebla ofrecieron atinados resultados.

Antes de que la justicia y las corporaciones policiacas se politizaran, una generación de elementos supo mantener la tranquilidad en Puebla. Y ahí estuvieron personajes como Andrés Clemente Romero, Joel Rosas Trejo, Felipe Morales Escamilla que recorrieron todas las regiones de la entidad.

Su salida no se debió a acusación o proceso alguno; jamás fueron señalados de alguna anomalía. Lo único fue que el morenovallismo rechazó a los jefes policiacos que trabajaron en otros periodos para dar lugar a la gente de Carrancá Bourget y Facundo Rosas Rosas.

Fue la politización de la seguridad misma que llevó a una crisis a la entidad.

Y esto siempre debe subrayarse.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


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