Las detenciones de capos del crimen organizado son como los cambios en la gerencia de una empresa. Realizan una breve reunión para despedir al ejecutivo que cambiará de firma o que ya se jubiló; al mismo tiempo presentan y reciben con un aplauso al nuevo gerente, en ese momento hombre de mil virtudes.
En los cárteles de la delincuencia organizada es lo mismo.
En el sexenio de Felipe Calderón fueron detenidos poderosos capos, pero en nada disminuyó la violencia. Al contrario, la exacerbó, porque los grupos se atomizaron en decenas de células.
Fue como golpear con un martillo una esfera de mercurio.
Durante el sexenio calderonista fueron detenidos barones del crimen que tenían mucho mayor peso que el llamado “Marro”.
Entre los aprehendidos en ese periodo se puede contar a Alfredo Beltrán Leyva “El Mochomo”; Vicente Zambada Nieblas “El Vicentillo”, junior consentido de su padre “El Mayo” Zambada; Vicente Carrillo Leyva, el hijo de Amado Carrillo “El Señor de los Cielos”.
También hubo algunas ejecuciones extrajudiciales; es decir, el aparato federal liquidó a algunos capos, porque así convenía a sus socios del bajo mundo.
Arturo Ezequiel Cárdenas Guillén “Tony Tormenta”; Ignacio “Nacho” Coronel y Arturo Beltrán Leyva “El Barbas” cayeron bajo las balas de fuerzas federales porque esa era la consigna.
Todas esas detenciones y ejecuciones en nada redujeron la violencia y criminalidad. Los cárteles siguieron operando; algunos se atomizaron y fragmentaron en grupúsculos o células que continuaron secuestrando, asesinando y desapareciendo a ciudadanos.
En ese momento México se convirtió en un país de colectivos en busca de desaparecidos; un país de fosas clandestinas.
La guerra de Calderón fue como patear un avispero y ahora sabemos que fue así, porque convenía a su camada de jefes policiacos encabezados por Genaro García Luna.
Durante el sexenio de Peña Nieto se dio la detención y extradición de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera; pero eso en nada afectó la marcha del Cártel de Sinaloa. Sus juniors son intocables, tienen el control absoluto de ciudades y hasta el presidente de la República le rinde pleitesía a la madre del criminal.
La organización sigue en crecimiento exponencial; de acuerdo a la DEA el cártel tiene tentáculos en 54 países y realiza transacciones en Europa, Asia y Australia.
El imperio de Pablo Escobar Gaviria ni remotamente se puede comparar al Cártel de Sinaloa que representa la verdadera globalización del crimen.
En este contexto y ya en el sexenio de la Cuarta Transformación se da la primera detención de un pequeño capo. Así debe considerarse, porque José Antonio Yépez Ortiz “El Marro” nunca tuvo la estatura, ni la estructura de los criminales aquí mencionados.
Pero si en realidad la administración federal quiere contener la violencia que azota al país tiene que ir por aquellos que están detrás de los “gerentes” de los cárteles.
¿Quiénes son los políticos, los financieros, los jefes policiacos e incluso los mandos militares que cobijaron a “El Marro”?
El presidente López Obrador textualmente declaró que por la complicidad de autoridades estatales y municipales se fortaleció al “Marro”. La sola expresión obliga al mandatario a continuar con el desmantelamiento de esa organización.
¿Quiénes son esas autoridades estatales y municipales que protegieron e impulsaron al criminal guanajuatense?
Detener a un capo nada representa si en realidad no se desmantela toda su estructura. Esa será la gran diferencia entre una auténtica política de seguridad y un mero show.
Ya veremos qué hace la 4T.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com
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