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La noticia de la semana pasada fue la renuncia de Fernando Manzanilla Prieto a la Secretaría de Gobernación; una salida que se esperaba desde hace meses.

En Cúpula tenemos una lectura muy particular sobre el referido funcionario y la vamos a exponer en detalle.

Como primer punto debe destacarse que hasta el momento los cargos públicos que Fernando ha ocupado son dependientes de otra persona; conforme a los designios de un superior; siempre ha sido apéndice de alguien más.

Al principio y desde el sexenio de Melquiades Morales fue un tentáculo del ‘Grupo Finanzas’ y en 2010 llegó a la Secretaría General de Gobierno porque así lo decidió Rafael Moreno Valle.

Luego vendría aquel rompimiento que definió perfectamente a las partes. El entonces gobernador mostró que ni siquiera la familia podía impedir que avanzara su personalísimo proyecto y por su parte Fernando fue exhibido como un agente rebasado y desplazado por las intrigas al interior de su otrora grupo.

En aquella primera orfandad Manzanilla mostró que no tenía otras opciones. Mucho menos en la esfera nacional.

Fue entonces cuando se dio el acercamiento con Miguel Barbosa Huerta, pero siempre en el modo dependiente, supeditado, subordinado. Apéndice de Angora, por decirlo amablemente.

Y aquí conviene detenerse y analizar cuáles son las opciones y las posibilidades que tiene a la mano.

Como segundo punto debe recordarse que Fernando no es poblano y su familia tampoco; él nunca vivió una niñez y una adolescencia en estas calles; tampoco asistió a escuelas de la ciudad; en su ánimo nunca tendrá el apego y el afecto por la Angelópolis.

Jamás podrá tener un verdadero vínculo emocional con Puebla.

Manzanilla -al igual que su cuñado-, solamente está utilizando a la entidad como un gran trampolín para sus ambiciones personales. Es el escalón que tiene a la mano, porque en realidad no tiene otro.

Si en realidad fuera un ‘político importante’ como se ha afirmado, tendría una trayectoria propia en la Ciudad de México y no sería un apéndice de sus benefactores, como hasta ahora.

Pero jamás hemos visto que Miguel Ángel Mancera, Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard llamen a Manzanilla para que pertenezca a sus equipos o lo requieran como asesor. Por la simple y llana razón de que -pese a sus credenciales académicas-, en la esfera nacional Fernando no existe, no pesa, ni tiene estatura.

Su presencia política se limita a Puebla donde su cuñado lo convirtió en un actor secundario y de esa designación sigue manteniendo un status; pero es solamente local, porque en el ámbito nacional no tiene relevancia alguna.

Es decir, si busca alguna posibilidad, obligadamente tendrá que ser en Puebla.

Hoy rompe con Barbosa quien en recientes declaraciones afirmó: ‘Si Fernando quiere contender en 2021 será con Morena’. Con esto le pone una marca, un sello que el aludido difícilmente se podrá borrar. Pero al mismo tiempo le dice que solo podrá pasar con su venia.

Lo cierto es que Manzanilla siempre ha sido un burócrata de lujo; el asistente de los gobernadores, pero nada más.

Hoy Fernando vive su segunda orfandad política y frente a esto tiene dos opciones: convertirse por tercera ocasión en un apéndice de otro protagonista; no descarte que vaya a postrarse ante Ricardo Monreal buscando apoyo rumbo al Charlie Hall. O hacer verdadera política y crear una carrera propia, autónoma e independiente. Algo que nunca ha hecho.

De ahí el título de esta entrega de Cúpula, ‘Manzanilla, entre la burocracia o la política’.

Pero sea cual sea su decisión; seguir en calidad de agente supeditado o construir su propia estructura, la realidad es que Manzanilla Prieto siempre seguirá enfrentando ánimas.

En un fondo freudiano lo que hace es refutar, oponerse, pelear contra el espectro de su difunto cuñado, quien siempre lo quiso tener bajo su yugo.

Fernando sigue peleando con un fantasma.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


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