Esto no es de ahora; viene desde el siglo XIX.
O tal vez antes.
Uno de los grandes problemas que tiene el estado de Puebla es la excesiva centralización.
Puebla capital considera –de manera errónea y fatal-, que el interior del estado solo es Atlixco y a veces San Martín Texmelucan.
Muchos políticos poblanos hicieron sus carreras sin jamás asomarse al interior de la entidad. El caso emblemático y representativo es la señora Blanca Alcalá, quien de unos meses a la fecha está conociendo municipios y regiones a las que nunca se asomó.
Y así como ella hay muchos otros que piensan que más allá de Amalucan hay un estado dócil y maleable. Pero la historia ha demostrado lo contrario.
Exactamente lo mismo sucede con algunos analistas que hacen especulaciones sin jamás asomarse al interior de la geografía poblana y piensan que desde sus oficinas tienen el pulso de la entidad. Lamentable y craso error. Esto deriva en lecturas políticas y sociales equivocadas.
El tema viene a consideración porque en horas recientes se ha argumentado sobre la posible “judicialización” del proceso electoral. Y se asegura que este proceso legal se daría en base a una cerrada votación entre Tony Gali Fayad y Blanca Alcalá Ruíz.
De entrada la premisa es errónea.
La diferencia que se está construyendo entre ambos contendientes será cada día más grande, más profunda por distintas razones entre las que podemos mencionar las siguientes.
Primero.- El efecto de la percepción.
Este elemento intangible, inmedible, esta haciendo estragos en la campaña de Alcalá. Sus mítines y movilizaciones cada día se observan más desangelados, insípidos, anodinos.
La percepción social es que Blanca ya perdió la elección.
En las oficinas y pasillos de las 217 presidencias municipales del estado así se comenta; en distintos volúmenes de voz; en diferentes tonos, pero de esos inmuebles parte la anticipada sentencia de que “Blanca ya perdió”. A partir de ahí la versión corre a los comités municipales de diferentes partidos y a todas las demás instituciones. Ojo, incluida la Iglesia Católica y sus sacristías.
La percepción no puede medirse, ni asirse, pero está causando un efecto devastador en la campaña priista. Muchos miembros de la base militante, aquellos que conforman el llamado “voto duro” no piensan salir a votar el domingo 5 de junio, por la simple y llana razón de que ven perdida esta batalla.
En esta Cúpula lo hemos subrayado de manera insistente; desde el sexenio de Mario Marín la base priista comenzó a fisurarse, a fracturarse. Y posteriormente bajo las dirigencias de Pablo Fernández del Campo, Fernando Moreno Peña y Ana Isabel Allende Cano el priismo quedó en una orfandad total, absoluta.
Nunca como ahora la moral priista se percibió tan lastimada y agraviada.
La percepción, recalcamos, la percepción de la derrota de Alcalá es un tsunami que recorre el estado. Pero desde la dirigencia no pueden y no quieren verlo.
Segundo.- Las demoledoras pruebas de la corrupción en el trienio de Blanca.
Otro maremoto electoral sacude Puebla y son las pruebas de la corrupción, la voracidad, las anomalías en el trienio de Blanca Alcalá. La gasolinera, el edificio construido por una “empresa fantasma”; los prestanombres, las 45 casas y posteriormente la “Casa Blanca” de Blanca han causado un efecto catastrófico.
En este punto debe hacerse una pregunta obligada ¿Qué candidato a la gubernatura fue exhibido, evidenciado con estas pruebas de grotesca corrupción? ¿Cuál candidato fue vapuleado de esta manera?
Hagamos un repaso por las últimas sucesiones. Jiménez Morales contendió en un tiempo en que este tipo de señalamientos eran impensables; Mariano Piña Olaya fue visto con recelo por la clase política local, pero jamás fue descalificado; el arribo del entonces priista Manuel Bartlett fue una demostración de la disciplina tricolor que prevalecía; Melquiades Morales fue un candidato apreciado y respetado; Mario Marín obtuvo un triunfo aterciopelado.
Las críticas más fuertes las vimos en 2010 cuando Javier López Zavala fue descalificado por su origen chiapaneco. Pero jamás se había visto lo que hoy estamos presenciando; es una catarata de acusaciones, de señalamientos, de pruebas documentales que exhiben la podredumbre que fue el trienio de Blanca Alcalá.
Ante la historia contemporánea de Puebla estamos presenciando una carnicería inédita.
Nunca antes un candidato a gobernador fue exhibido de esta atroz manera. Porque ninguno otro dejó una cauda de corruptelas tan grotescas, como la señora Alcalá.
En contrario sensu, los señalamientos contra Moreno Valle y Tony Gali parecen palos de ciego; golpes débiles, raquíticos, sin eco, ni cajas de resonancia. “La rueda de la fortuna”, “el teleférico”, son temas que no sacuden, que no provocan emociones en el electorado.
No sabemos cuánto pague Blanca Alcalá a los miembros de su “cuarto de guerra”, pero es dinero desperdiciado. La línea ofensiva de la candidata priista fue un fracaso. Desde un inicio fue como una boxeadora que antes de subir al ring ya la estaban golpeando y luego del primer campanazo solo ha ido a la defensiva; tratando de minimizar, de reducir los golpes de una fenomenal tunda electoral.
Esta lectura sobre la percepción social y referente a la catarata de señalamientos contra la señora Alcalá está abriendo aún más la diferencia entre los dos principales candidatos.
Contrario a lo que piensan algunos columnistas la distancia no se está cerrando; en realidad se está abriendo. Y en este contexto las probabilidades de una “judicialización” son ni más, ni menos que imposibles.
Al tiempo.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.
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