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En horas recientes el lúcido, pero pragmático, Porfirio Muñoz Ledo subrayó la dificultad de desmontar el régimen neoliberal que gobernó al país durante 36 años. Y en sus revelaciones, el veterano político confiesa los obstáculos que la clase empresarial colocó en su carrera política.

En el fondo el testimonio de Muñoz Ledo se centra en apuntar las resistencias del modelo neoliberal. Estas reacciones deben leerse como naturales, lógicas y hasta obligadas.

De manera cotidiana el presidente López Obrador se refiere a ‘los conservadores’ y en un tono que refleja la aversión emocional, incluso visceral que siente hacia ellos agrega: ‘hipócritas, falsos, corruptos, fifís’, en un conjunto de calificativos que rayan en una nueva picaresca nacional.

La realidad es que toda ese seria de calificativos demerita la dimensión histórica de la cruzada política que encabeza el mandatario. Lo cierto es que estamos ante una nueva Guerra de Reforma, pero sin armas.

161 años después conservadores se enfrentan a liberales. Una presidencia nacionalista choca con el bloque político, empresarial y mediático que se gestó durante los últimos 36 años del régimen entreguista.

La expresión de Muñoz Ledo refleja la tentación de un sector de la izquierda mexicana: desmantelar, borrar, eliminar el bloque neoliberal mexicano.

La fría realidad nos obliga a reflexionar que dicha encomienda sería ni más, ni menos que imposible. El frente conservador mexicano se nutre de corrientes internacionales. Los grupos políticos y financieros que se han encargado de patrocinar a impulsar a figuras neoliberales en toda América Latina. Instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional son los pivotes que nutren esa corriente a nivel global.

Las llamadas ‘calificadoras’, que en fechas recientes se han encargado de reprobar los números de la economía mexicana, únicamente son apéndices de esos pulpos gigantes.

En éste contexto los peones locales del neoliberalismo internacional salen a denostar las incipientes políticas de AMLO. Ahí están las cuentas de twitter de Vicente Fox, Felipe Calderón y Margarita Zavala, esbirros de la doctrina política y económica a la que mal sirvieron.

Solamente basta leer los hilos de las reacciones sociales que desatan los tweets de Fox y Calderón para percatarse que poco o nada le abonan a sus directrices. El repudio social en su contra es descomunal, colosal.

En un mundo alternativo y esquizoide los expresidentes panistas piensan que hacen mella y menoscabo a la gestión lopezobradorista. En absoluto; esos personajes carecen totalmente de liderazgo de opinión.

AMLO no está enfrentando a un bufón como Calderón, ni a Claudio X. González o Gustavo de Hoyos. Su adversario es el régimen neoliberal que controlan los grandes consorcios globales. Ante esto poco, muy poco es lo que se puede hacer. El modelo económico mundial no se moverá un centímetro.

La apuesta más grande que puede hacer la izquierda mexicana es aspirar al equilibrio de un péndulo ideológico y político.

La única herramienta que tiene el presidente López Obrador es crear una gran escuela de mujeres y hombres, profundamente identificados con el pensamiento de izquierda; impulsarlos, proyectarlos para construir una corriente que se prolongue por las próximas décadas, incluso cuando él ya no esté.

Con esto la izquierda mexicana podrá pelear un lugar en la ley del péndulo; un nuevo equilibrio nacional en el que conservadores y liberales puedan coexistir en un Estado equilibrado por las mismas fuerzas internas. Esto ya sucede en democracias europeas.

La tesis de la que habla Muñoz Ledo de desmontar el régimen neoliberal es tarea imposible. Las fuerzas conservadoras ya comenzaron a operar para la elección presidencial del 2024. Para los grandes intereses financieros éste sexenio puede ser solamente un bache, un fastidioso episodio tan inoportuno como efímero. Esa es su gran apuesta.

La fuerza que tiene López Obrador es que la verdad histórica está de su lado. El modelo del neoliberalismo mexicano ya fracasó; fue un desastre económico monumental; solo trajo una desigualdad propia del porfiriato y una violencia nunca antes vista.

La verdad asiste al tabasqueño y su óptica histórica. Solo que lamentablemente sus propagandistas poco han hecho por dimensionar esta cruzada histórica.

El éxito del lopezobradorismo radicará en la creación de una nueva generación de políticos mexicanos y en la estrategia propagandista para convencer a un pueblo que no lee a columnistas, ni entiende las tesis de los ideólogos.

Al tiempo.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com


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