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En esta la elección más convulsa, caótica y desordenada de la historia política de Puebla los principales golpes no son los que vienen del adversario externo.

Tanto Tony Gali como Enrique Agüera están recibiendo fuertes embates, desde sus propios partidos.

El caso de Agüera merece especial mención.

Luego de la derrota del PRI en el 2010 el tricolor quedó en un avanzado estado de descomposición.

El marinismo pese a haber perdido la gubernatura aún sigue operando y esto se refleja en la cantidad de delegaciones federales que ha logrado obtener para su grupo.

Pero la crisis dentro del tricolor es de magnitudes mayúsculas.

Los ex gobernadores priístas son prueba de esta crisis.

Bartlett renegando del partido que le dio una vida y una trayectoria, Melquiades Morales con un cuestionamiento mayúsculo sobre su lealtad, Mario Marín operando desde las sombras, sin poder aparecer en escena.

En ese contexto aparece el último de los pesos mayores del tricolor Enrique Agüera Ibáñez, sin duda el gran activo del priismo poblano.

Pero como en aquel viejo chiste: Agüera es como las toallas femeninas, está en el mejor lugar, pero en el peor momento.

Sobre el formidable proyecto político que representa el candidato del PRI se levanta el muro de un gobernador que está dispuesto a demostrar hasta el último momento que esta elección intermedia es su gran referéndum. Mismo que habrá de quedar demostrado en una mayoría incuestionable en el congreso.

Pero pese al factor Moreno Valle, los grandes obstáculos de Agüera son los propios priístas.

Un priismo nacional encabezado por César Camacho Quiroz y por Ivonne Ortega  que cometieron el grave, gravísimo error de subestimar a Moreno Valle y enviaron a Puebla a un operador de estatura menor, a un peso pluma que nada ha hecho en la entidad.

La sola designación de Moreno Peña es la prueba del simplismo con que Camacho y Ortega vieron a la elección poblana. Un simplismo tan grotesco como catastrófico.

Basta hacer un recorrido por la geografía poblana, desde Xicotepec de Juárez hasta Ajalpan para ver el maremágnum del priismo poblano.

Candidaturas que se cayeron de un día para otro, los partidos de la chiquillada, como ambulancias, recogiendo priístas adoloridos, resentidos y lastimados que tomaron principalmente al “Partido Pacto Social de Integración” como su refugio; planillas llenas de familiares, compadres y socios; caos absoluto y total en las campañas.

En todo el estado se observa un pandemónium.

Ese es el resultado de la presencia de Moreno Peña un operador incompetente y torpe enviado por el priismo nacional.

¿Cuál es la contribución de Fernando Moreno a la campaña de Agüera?

Simplemente no hay, no existe. Para Enrique es como si Fernando no existiera. O mejor aún que no debiera existir.

Al fin y al cabo Fernando Moreno Peña se irá de Puebla el lunes 8 de julio dejando una estela de heridos, damnificados, pedazos y deshechos de lo que alguna vez fue el PRI poblano.

Pablo Fernández del Campo se quedará y tendrá que llevar el resto de su carrera política el estigma de convertir al tricolor en una piltrafa.

Ese es el escenario que enfrenta Enrique Agüera.

Pero vayamos ahora a los priístas que en privado quieren, anhelan, desean ver la derrota de su abanderado.

En primer lugar está la Senadora Blanca Alcalá Ruíz (BAR), suma sacerdotisa del doble lenguaje y la simulación.

La legisladora sabe que si Agüera llega al Charlie Hall habrá una recomposición en las fuerzas políticas.

Hoy, como durante los últimos 20 años, el principal capital de BAR es su sonrisita y su enorme capacidad de simulación.

Pero no tiene proyecto, ni estructura, ni mucho menos capacidad política.

Su gris e inocua presencia en el Senado de la República es la prueba contundente.

Ya en un verdadero juego político BAR no tiene que hacer frente a un Agüera ex rector y académico.

Por eso la primera que espera con silenciosa reserva la derrota de Agüera, es sin duda, Blanquita.

¿Cuántos actos de simulación? ¿cuántos abrazos de apariencia?  ¿cuántas asistencias de  disimulo ha realizado la Senadora?

Sin duda, muchos. Verdaderamente muchos.

Solo ella y Agüera saben cuántos.

El segundo gran interesado en la derrota de Enrique es el Sub Secretario de Desarrollo Social Juan Carlos Lastiri Quiroz.

El heredero del rupestre cacicazgo de los Quiroz en Zacatlán, sueña con llegar a ser gobernador y tiene la lectura exacta de lo que sucede; en este momento el priismo poblano es un barco que navega al garete, sin rumbo, ni destino y por supuesto sin capitán.

Sabe que si Enrique llega a la presidencia municipal el 7 de julio, entonces sí, el barco tendrá un capitán.

Y será un líder formidable.

Y eso es algo que puede opacar sus sueños caciquiles y guajiros.

Si, indiscutiblemente Blanca Alcalá y Juan Carlos Lastiri encabezan la lista de priístas que quieran que Enrique Agüera pierda la elección.

Pero hay otros. Sobre ellos abundaremos más adelante.

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