Ella era una joven egresada de la carrera de Derecho; él también. Ambos de hogares de la clase media tradicional, con formación provinciana, católicos, educados en familias de bien y tranquilas.
Un día él la conoció y un súbito impacto lo estremeció. Ahí inició un complicado periodo de conquista.
La etapa de cortejo de ninguna forma fue asunto sencillo; durante meses el joven tuvo que insistir y buscar las situaciones favorables para acercarse a aquella dama que no accedía a los intentos del galán.
Finalmente ella aceptó una invitación a salir y así surgió un noviazgo que terminó en el altar.
Como en todo matrimonio que es producto de la cultura del esfuerzo los primeros años no fueron fáciles. Él emprendió un despacho jurídico que estaba frente a la agencia del Ministerio Público y poco a poco fue creciendo su prestigio de abogado capaz, firme, combativo, pero sobre todo leal. Nunca vendió a sus clientes, ni negoció sus casos. Siempre fue escrupuloso con quienes recurrían a sus servicios.
Llegaron los hijos y ella se dedicó a ser madre de tiempo completo, mientras él seguía trabajando en el despacho jurídico. Pero a la par tenía esa inquietud, esa comezón frente al quehacer político; el “gusanito” de la grilla siempre estuvo latente.
Poco a poco comenzó a ascender en la pirámide de la política; precisamente gracias a su rigor y pensamiento jurídico.
Paso a paso; desde los primeros escalones fue avanzando hasta llegar a la gubernatura del estado de Puebla. Pero siempre apoyado en ese báculo, en ese pilar que es su esposa, sin cuya presencia no se entenderían sus logros.
Esta una narración de la vida sentimental de la maestra Rosario Orozco Caballero y el gobernador Miguel Barbosa Huerta, que como tal representan un matrimonio exitoso; una pareja que se apoya; que nunca han tenido problemas; que siempre han sido una mancuerna eficiente y armoniosa.
Debe decirse, en otras épocas de la vida de Puebla conocimos de los hábitos y las costumbres de algunos gobernadores proclives a los encuentros furtivos con edecanes o secretarias.
Pero ese nunca fue el caso de Barbosa. Otras mujeres jamás fueron motivo de distracción y mucho menos de conflicto conyugal. Es completa y absolutamente monógamo.
Porque es evidente que aquellos jóvenes novios continúan profundamente enamorados.
Sin embargo, en el quehacer político hay quienes edifican y construyen, pero también quienes denigran y degradan el más alto oficio del hombre: el de conducir sociedades.
Ayer Liza Aceves -brazo derecho, confidente y operadora de Claudia Rivera Vivanco-, aseguró en conferencia de prensa que el gobernador tiene una relación con una cuñada de Lalo Rivera.
De hecho Aceves acusa una relación extramarital.
Dice el refrán “el león cree que todos son de su condición”. En un Ayuntamiento donde se privilegian los amoríos lésbicos y heterosexuales, lo mismo para entregar altos cargos públicos o negocios por debajo de la mesa, piensan, creen que el gobierno estatal se conduce de la misma forma.
Es claro que el agravio de Liza Aceves representa la degradación moral de la campaña de Claudia. Acusaciones carentes de fundamento, sin ton, ni son, que solo buscan injuriar la imagen de Barbosa Huerta.
Acusar una supuesta relación extramarital es un infundio, una calumnia y una difamación. Estamos ante una campaña mezquina y denigrante; de lo más ruin que haya visto Puebla.
La pregunta es ¿Hasta dónde más descenderá y bajará el equipo de Claudia con tal de exhibir su miseria?
Ahora se comprende porqué Rivera Vivanco está calificada como la peor alcaldesa de México. La estatura política de su Ayuntamiento solo es una expresión de la vileza y la bajeza que privan en su equipo.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com
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