Para cuando esta columna llegue al lector, Claudia Rivera Vivanco habrá zarpado en su Titanic rumbo a un desastre anunciado.
Las pretensiones de la alcaldesa rayan en una obsesión desconectada de la realidad.
No estamos ante un ejercicio de política; más bien es la escena impetuosa de una ambición que no tiene bases, ni sustento.
Si la presidenta hubiera tenido una noción elemental de la política habría hecho un buen gobierno; con una política de seguridad pública sensible a los reclamos sociales; un concepto para impulsar y enaltecer el Centro Histórico; un proyecto de desarrollo para las juntas auxiliares.
Pero nada, absolutamente nada de eso ocurrió.
En su lugar se lanzó un mega proyecto para colocar bolardos y señalética que hasta el momento no se ha justificado.
Frente a la peor pandemia que haya enfrentado la humanidad la presidenta de Puebla regaló mini despensas con costos inflados y donó ventiladores médicos inservibles.
Ni una sola acción emprendió en favor de la salud de los poblanos.
Lo que sucederá en la próxima jornada electoral lo saben los habitantes de la Angelópolis; habrá un enorme voto de castigo, de rechazo y repudio contra la administración de Claudia, la alcaldesa peor calificada del país.
Los políticos están ensimismados, envueltos, encerrados en una burbuja, en el círculo negro y no pueden hacer lecturas sociales. Todos esos funcionarios municipales que lanzan loas en favor de Claudia hace mucho que dejaron de tener contacto con la realidad social.
Del otro lado de la banqueta el imaginario colectivo conserva una buena opinión de Eduardo Rivera Pérez, un político mesurado, equilibrado, sensato. En su paso por la presidencia municipal dejó un buen sabor de boca y puede volver por la aprobación que le dan amplios sectores.
En contrario sensu Claudia va dejando tras de si rupturas, confrontaciones, indiferencia social, múltiples acusaciones de corrupción y todo habrá de desembocar el día de la jornada electoral.
La lógica es muy simple: Rivera Vivanco no podrá revertir en un mes el desastre de casi tres años.
Luego de su naufragio Claudia podrá darse cuenta de quienes la llevaron a confrontaciones inútiles y estériles; los mismos que la utilizaron como un arma para lanzar denuestos contra el gobernador.
Si la presidenta en realidad tuviera aliados, amigos y asesores, estos la habrían apoyado para hacer un buen gobierno; más cercano a la prudencia y alejado de los arrebatos.
El Titanic de Claudia ya zarpó y va rumbo a una colisión de frente con el iceberg de la opinión poblana. El choque será devastador. Y cuando su barco comience a hundirse se dará cuenta que esta absolutamente sola.
Cuando su piel sienta las heladas aguas de la derrota verá que todas las palabras de sus consejeros la llevaron precisamente a ese momento, a la antesala del final.
En ese instante Claudia verá que nunca fue bien orientada, sino que la manipularon y la utilizaron como un vehículo de confrontación.
Tal vez encuentre una tabla de la que asirse, pero para entonces ya tendrá la muerte política a un lado. Le podrán gritar: “¡Nada, silba, patalea!”, pero nadie le tenderá la mano.
Si, es una película que ya vimos, pero ahora será protagonizada por la alcaldesa de Puebla.
Al tiempo.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com
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